El hombre no es, se hace. Y la educación es la forja de la excelencia, el lugar donde cada uno llega a ser el que es (Píndaro) o se malogra. Así lo pensó Sócrates, para quien incluso la política era sobre todo pedagogía social, formación de ciudadanos; lo demás o era afán de poder o arte del sofisma.
Educar se convierte pues en una tarea moral en la que pueden hallar solución todos los males sociales, o donde, si es mala, pueden nacer la mayoría de ellos.
Educar para formar buenos ingenieros, médicos, abogados o matemáticos es necesario para un país, pero no se puede conformar sólo con eso. Educar para formar ciudadanos identificados con su patria y su bandera, que se sientan más vascos o catalanes o españoles, y distintos de los otros, de los demás, mejores, es sin duda un objetivo espúreo y malintencionado. Educar para formar una tras otra generaciones de castrados mentales es el ideal de cualquier gobernante que quiera descansar en el poder...
Pero... educar es mucho más que todo eso. Implica ayudar a aprenderlo todo a lo largo de toda la vida, incluso cuando ya no estemos al lado del discípulo para guiarle. Educar implica desarrollar capacidades, las que cada uno tenga, no castrar unas para intentar desenvolver otras; educar es ayudar a formarse una escala de valores, no copiar la nuestra; educar es abrir ventanas al futuro, no cerrar ventanas para mirar solo el pasado; educar para ser, no solo para saber; educar para la creación no para la destrucción y el odio; educar para ser críticos y autónomos, no sumisos y dependientes; educar para la felicidad, no para la competencia desbocada; educar en la igualdad, no en las diferencias; educar para el corazón, no solo para la mente; educar en los sentimientos, en la afectividad, no solo en la racionalidad; educar para la autodisciplina y autocontrol, no para el miedo y el castigo; educar para comprender, en lo profundo y auténtico, no en lo superficial, simple o falso; educar en la tolerancia, cultural e intelectual, democrática y universal; educar en el esfuerzo y el verdadero valor de las cosas, en la sana ambición, en el saber perder.. y saber ganar; educar con la imaginación para la creatividad, con los sueños para las utopías y con la ilusión para la realidad....
Escrito por Odyseo a las Mayo 16, 2004
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